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Meditación en vigilia: Despierta tu mente sin cerrar los ojos

Vivimos en un mundo que no se detiene. Las notificaciones de nuestros teléfonos son constantes, nuestra agenda cada día es más apretada, y aunque queramos parar, no podemos. En este contexto, hablar de meditación suena, para muchos, como una pausa imposible: «¿Quién tiene tiempo para sentarse en silencio con los ojos cerrados durante veinte minutos?».

Pero esta visión está lejos de reflejar la realidad completa. Es cierto que muchas personas encuentran paz en ese tipo de práctica formal. Y está bien. Pero también es injusto hacer creer que esa es la única manera válida de meditar. Porque no lo es.

La meditación en vigilia —también conocida como atención plena activa— es una práctica menos convencional, quizás más difícil de encasillar, pero profundamente transformadora. No se trata de huir del ruido o desconectarse del mundo, sino de habitarlo con plena presencia. No es apagar los estímulos, sino aprender a relacionarte con ellos de otro modo. Es meditar mientras caminas, mientras comes, mientras trabajas, mientras te duchas o miras a alguien a los ojos. Es llevar la consciencia al momento presente, sin rituales, sin silencio forzado, sin escapismo.

Lo más revolucionario de esta forma de meditar es que rompe con la idea de aislamiento. Aquí, la clave es estar más despierto, no más alejado. Se entrena la mente para sostener la atención sin juicio, sin anticiparse, sin resistirse a lo que ocurre. Y lo mejor: puedes hacerlo en cualquier momento, en cualquier lugar. No necesitas incienso ni cojines especiales. Solo necesitas presencia.

Desde la neurociencia, se ha demostrado que este tipo de atención sostenida —la que caracteriza a la meditación activa— activa redes neuronales como la corteza prefrontal dorsolateral (relacionada con la regulación emocional y el enfoque) y reduce la actividad de la red por defecto, que es la que se activa cuando la mente divaga. Además, mejora la conectividad entre regiones clave del cerebro, lo que favorece la claridad mental, la toma de decisiones y una mayor autorregulación emocional.

En lo personal, siempre he admirado a quienes pueden entrar en quietud total. Pero lo cierto es que mi mente no se apaga con facilidad. Mi energía tiende a moverse, a crear, a transformarse. Y descubrí que mi forma de meditar es en movimiento. Mi mayor conexión conmigo ocurre mientras pedaleo, entreno o camino con intención. En esos momentos, sin buscarlo, llegan ideas, respuestas y calma. Y es ahí donde encuentro mi claridad.

Nuestra recomendación: inténtalo.

Detente un momento. Nota tu respiración. Observa los sonidos sin nombrarlos. Siente tus pies tocando el suelo. No estás haciendo nada extraño. Estás volviendo a ti. Estás saliendo del piloto automático. Estás meditando con los ojos abiertos.

Porque el verdadero estado meditativo no depende de la postura, ni del silencio, ni del incienso. Depende de una sola cosa: estar aquí.

Y cuando aprendes a meditar en vigilia, la vida entera se convierte en tu práctica. No necesitas retirarte del mundo para despertar. Solo necesitas estar dispuesto a mirar de verdad.


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